CREPÚSCULOS




En el alma olorosa del crepúsculo
hay una suave languidez arcana;
la lumbre se amortigua y el paisaje
se envuelve en los crespones del ensueño.
El carro que atraviesa la llanura
es un carro fantástico,
y en el mirar absorto de los bueyes
tiembla, como un espíritu cautivo,
una melancolía luminosa…
Las mujeres que están junto a la reja
para mirar la tarde, se estremecen
con una dulce conmoción extraña
bajo las brisas cálidas de enero,
y por su paz espiritual sonríen
los niños en la arena del sendero.
 
Una inmensa inquietud inexplicable
mi doloroso espíritu conturba
y me pongo a temblar… ¡Misericordia!
Quiero extender mi cuerpo enfebrecido
en el tibio regazo de la tierra,
bajo el ramaje trémulo de un árbol,
beberme el cielo azul, cerrar los ojos…
 
Quiero escuchar la música inefable
que con sus ritmos el espacio inunda
calladamente, silenciosamente;
y al encenderse las estrellas pálidas,
romper mis venas y quedarme oyendo
toda la noche gotear mi sangre.
 
Y tú no me confortas, bien amada,
ni tus mórbidos brazos me encadenan
en este desamparo luminoso
en que voy a morir… ¡Misericordia!
 
© Porfirio Barba Jacob
«1883-1942»
(COLOMBIA)



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