
Hay que condenar
severamente a quien
crea en los buenos sentimientos
y en la inocencia.
igual de severamente a quien
ame al subproletariado
carente de conciencia de clase.
con la máxima severidad
a quien escuche en sí mismo y exprese
los sentimientos oscuros y escandalosos.
han empezado a resonar
en el corazón de los Años Cincuenta
y han continuado hasta hoy.
que efectivamente existía,
ha empezado a perderse
en corrupciones, abjuraciones y neurosis.
que efectivamente existía,
ha acabado por convertirse
en una reserva de la pequeña burguesía.
que eran por su naturaleza oscuros
han sido atropellados
en la añoranza de las ocasiones perdidas.
no se dio cuenta de todo eso:
él continúa riéndose de la inocencia,
desinteresándose del subproletariado
Continúa yendo de casa
a la oficina de la oficina a casa,
o si no enseñando literatura:
que le hace parecer sagrado
el deber enseñar a los domésticos
el alfabeto de las escuelas burguesas.
por lo que es más que natural
que los pobres tengan casa
coche y todo lo demás.
que le hace practicar un antifascismo
gratificante y elegido,
y sobre todo muy popular.
ni siquiera se le pasa por la cabeza:
en efecto, que sea así o que no sea así,
él nada se mete en el bolsillo.
que sabe pensar y no filosofar.
el cual tiene sin embargo el orgullo
no sólo de ser un entendido
en los cambios históricos, sino también
de estar directamente
y desesperadamente interesado en ellos.
«1922-1975»
(ITALIA)
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