
Seres queridos te miré sañuda
arrebatarme, y te juzgué implacable
como la desventura, inexorable
como el dolor y cruel como la duda…
sin odio y sin amor, ni hosca ni afable,
en ti la majestad de lo insondable
y lo eterno de mi espíritu saluda.
ni el pavor del infeliz, ni el miedo inerte
del criminal, aguardo tu venida;
cuando nada se espera de la vida,
algo debe esperarse de la muerte.
«1829-1904»
(CHILE)
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