
Cuando el circo ya ha levantado su carpa y se ha ido lejos,
como a año y medio de distancia,
los niños de pueblo siguen pensando en el Hombre de Hierro.
porque a veces hay dueños de circo que no quieren saber
nada del Hombre de Hierro,
nada de aquel hombre
a quien las piedras no aplastan, ni los vidrios molidos hieren,
ni los golpes en el estómago derriban.
Lo único que quita el sueño al Hombre de Hierro
son las piedras que después del espectáculo quedan
abandonadas en los potreros,
como piedras cualquiera.
Los niños del pueblo las buscan y las cargan como él,
pero las piedras resbalan de sus brazos y les hieren los pies.
A veces el Hombre de Hierro se demora escondiéndolas,
rogando a los niños para que no lo imiten;
pero los niños son sordos como piedras
porque ellos también son acosados y tristes como el Hombre
de Hierro,
porque ellos también, como él,
quisieran vencer el dolor para siempre.
«1955»
(COLOMBIA)
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