
¡Ay, cómo el llanto de mis ojos quema!…
¡Cuál mi mejilla abrasa!…
¡Cómo el rudo penar que me envenena
mi corazón traspasa!
al empuje violento
del dulce y triste recordar de un día
que pasó como el viento.
un nombre y un suspiro…
Página extraña de mi larga historia,
de un bien con que deliro.
melodía sin nombre,
que iba risueña a recoger mi llanto…
¡Era la voz de un hombre!
vertiendo sus amores,
y que posó sobre mi sien temprana
mil cariñosas flores.
entre acerbos pesares;
y lleno de dulzura y de armonía
díjome sus cantares.
que vibrando se siente
en lejana enramada, adonde expira
su gemido doliente.
penetrar en el alma,
disipando la tétrica amargura
que robara mi calma.
a una fría memoria,
sentí con fuerza el corazón latiendo
por una nueva gloria.
con extraños placeres,
como el bello fulgor de una mañana
que sueñan las mujeres.
y a la tarde se muere,
retrato de un placer y una agonía
que al corazón se adhiere.
que en nada se convierte;
que dice el hombre en su ilusión mañana,
y mañana es la muerte.
volvióse luego roja;
y trocóse el albor de mi alegría,
flor que, seca, se arroja
y la dicha durmió;
y al nuevo resplandor que se levanta
lo pasado murió.
sueños de amor de corazón, dormid:
¡Dicha sin fin que a mi existir se niegan
gloria y placer y venturanza huid!…
«1837-1885»
(ESPAÑA)
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