
© Anónimo
«Anónimo»
Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y
cualidades del hombre.
Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la
Locura les propuso:
—¡Oigan! Vamos a jugar a las escondidas.
La Intriga levantó la ceja y la Curiosidad sin poder
contenerse preguntó:
—¿Escondidas?
El Entusiasmo danzó, seguido de la Euforia, la Alegría dio
tantos saltos que terminó por convencer a la Duda y a la Apatía; que nunca se
interesaban por nada.
Uno, dos, tres… Comenzó a contar la Locura.
La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre
cayó detrás de la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia
se escondió detrás de la sombra del Triunfo, que por propio esfuerzo había
conseguido subir a la copa más alta del árbol más alto. La Generosidad casi no
consigue esconderse, porque cada lugar que encontraba le parecía maravilloso
para alguno de sus amigos: si era un lago cristalino, ideal para la Belleza; si
era la copa del árbol, perfecto para la Timidez; si era una ráfaga de viento,
magnifico para la Libertad. Así es que terminó escondiéndose en un rayo de sol.
El Egoísmo, en un lugar bueno desde el principio: ventilado, cómodo, pero sólo
para él. La Mentira se escondió detrás del arco iris, y la Pasión y el Deseo en
el centro de los volcanes.
Cuando la Locura terminaba de contar el Amor todavía no
había encontrado lugar para esconderse, pues todos estaban ya ocupados. Hasta
que encontró un rosal y cariñosamente decidió esconderse entre sus flores.
Concluyó la Locura y comenzó la búsqueda.
La primera en aparecer fue la Prisa, a penas a tres pasos de
una piedra. Sintió vibrar a la Pasión y el Deseo en los volcanes. En un
descuido encontró a la Envidia, y claro, pudo deducir donde estaba el Triunfo.
Al Egoísmo no tuvo que buscarlo, él sólo salió disparado de su escondite que en
verdad era un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al aproximarse a
un lago descubrió a la Belleza. La Duda, fue más fácil de encontrar, estaba
sentada sobre un cerro sin decidir dónde esconderse. Y así fue encontrándolos a
todos; al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una cueva oscura.
Pero… el Amor no aparecía en ningún lugar.
La Locura lo buscó detrás de cada árbol, debajo de cada roca
del planeta y encima de las montañas. Cuando estaba a punto de darse por
vencida, encontró un rosal y comenzó a mover sus ramas.
Entonces, escuchó un grito doloroso. Habían herido al Amor
en los ojos.
La Locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, rezó,
imploró, pidió perdón y prometió ser su guía para siempre.
Es por eso, que desde entonces el Amor es ciego y la Locura
siempre lo acompaña.
(REFLEXIÓN)
2 comentarios:
es cierto que el amor es ciego pues el no busca encontrarse, el es el centro de nuestras vidas que hay que fortalecer con nuestras cualidades y defectos y es por eso que cuando hay amor se vive feliz con sigo mismo...
de cierta forma es algo muy inspirador...
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