
© Mauricio Herrera Alvarez
«Colombia»
Exaltación entre sombras trémulas
de una visión lúgubre. Sumergido en aquel sueño donde se trata de escapar de
algo misterioso, un tato sombrío.
El caminar es rápido mientras se
acerca él. Ese verdugo del cual no se sabe nada; su figura difusa sin reconocer
color alguno, espectro de cara borrosa, sobre la presa su mirada intensa, de
fuego la rabia que alberga dejando a su paso una pequeña estela consumiéndose
como el valor de quien veloz huye.
Acrecentada la respiración, la
ansiedad se apodera del cuerpo en un instante; temblorosas las piernas, aumenta
su ritmo corriendo con mayor fuerza. En medio de neblina tan espesa que tapa el
panorama, ocultando el hostil camino. A duras penas se divisan los propios pies
que desesperados danzan con un cadente movimiento, cual locomotora temerosa.
A la altura de este punto no se
puede tropezar, tampoco pensar. Todo parece una misma silueta, el horizonte
cada vez más lejano. Pero sintiendo cada uno de los pasos del opresor,
imponentes y tan ágiles, que en ocasiones pareciera como si volara y rompiera
el viento dejando un estruendo en forma de huellas.
El entorno es muy familiar, aunque
la percepción de no haber estado viajando, mucho menos vagando de esta manera
por estos nefastos parajes, es demasiado fuerte.
Se detiene el reloj
precipitadamente a causa del cansancio, jadeando, de ondas respiraciones,
tratando de calmarse para no llamar la atención. Lo cual resulta muy difícil
por la zozobra y terror que entraña la piel como agujas hundidas en un muñeco
de trapo.
Luego se percibe un silencio
espeluznante, un frio fúnebre donde la quietud reina y el tiempo no se percata.
Ha cesado el repicar de pasos acechando, persiguiendo, sintiéndose únicamente
el frenesí del corazón cautivo. Ocultarse será la opción más sutil, aunque
atento con la angustia de su lado.
Cuando de repente, atravesando,
rompe el hilo de toda tranquilidad una brisa leve tras el oído. La duda no
entra en la razón, porque se sabe de ante mano que es eso, de lo cual espera
huir. Y sin murmullo alguno a encontrado a su víctima, saltando sobre ella,
apresándola con garras punzantes, exclamando un chillido ensordecedor.
Es en este preciso instante donde
se encuentra el sueño y la realidad, tratando de moverse para despertar o acaso
gritar. Apretando dientes forzara a exhalar sonido de auxilio, rígido de
músculos, impotente al asecho, el bullicio del temor entre tanta calma hace
estragos en el interior. Y con el último aliento y miedo en el alma, logra
escapar… ¡Despertar!
Empapado de sudor, aun con la
excitación del momento, mirando de aquí para allá; toma un poco de agua y se
relaja. Acto seguido cerrando los ojos para volver a descansar. Siendo imposible
al darse cuenta de que la penumbra se ha aclarado y la bruma disipada, pero en
su entorno nada ha cambiado.
Todo comienza con el cronometro en
ceros. Seguía durmiendo, todavía se es parte del sueño. ¡Espera, no mires
atrás!
No relatare lo que prosigue porque
he caído en este juego y ahora me encuentro corriendo en la inmensidad de la
noche.
Y puede ser que cada amanecer en
la vida de cada quien, sea un simple intento por escapar de la precaria pero
propia pesadilla… Cada instante nos envuelve más y más en nuestro sueño, en
nuestra realidad.
(TERROR)
1 comentario:
Súper ese relato ...me gusto mucho !!!
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