
© Anónimo
«Anónimo»
Hubo una vez en la historia del
mundo. Un día terrible en el que el odio (que es el rey de los malos
sentimientos, los defectos y las malas virtudes), convocó a una reunión urgente
con todos ellos.
Todos los sentimientos negros del
mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con
curiosidad de saber cuál era este propósito.
Cuando estuvieron todos, habló el
Odio y dijo:
—Los he reunido aquí a todos
porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien.
Los asistentes no se extrañaron
mucho, pues era el Odio el que estaba hablando, y él siempre quiere matar a
alguien. Sin embargo, todos se preguntaban entre sí, quién sería tan difícil de
matar que el Odio los necesitara a todos.
—¡Quiero que maten al Amor! —dijo.
Muchos sonrieron malévolamente,
pues, más de uno le tenía ganas.
El primer voluntario fue el Mal
Carácter, quien dijo:
—Yo iré, y les aseguro que en un
año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará.
Al cabo de un año se reunieron
otra vez, y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron muy decepcionados.
—Lo siento, lo intenté todo, pero
cada vez que yo sembraba una discordia el Amor la superaba y salía adelante.
Fue cuando muy diligente se
ofreció la Ambición, que haciendo alarde de su poder dijo:
—En vista de que el Mal Carácter
fracasó, iré yo. Desviare la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y
por el poder, eso nunca lo ignorara.
Y empezó la Ambición el ataque
hacia su víctima, quién efectivamente cayó herida. Pero después de luchar por
salir adelante renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el Odio por el fracaso de
la Ambición; envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda
clase de artimañas, situaciones para despistar al Amor y lastimarlo con dudas y
sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería
morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.
Año tras año, el Odio siguió en su
lucha enviando a sus más hirientes compañeros; envió a la Frialdad, al Egoísmo,
a la Indiferencia, a la Pobreza, a la Enfermedad y a muchos otros que
fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo
fuerza y todo lo superaba.
El Odio convencido de que el Amor
era invencible, les dijo a los demás:
—Nada que hacer, el Amor ha
soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos.
De pronto, de un rincón del salón
se levantó un sentimiento poco conocido y que vestía todo de negro, con un
sombrero gigante que no permitía ver su rostro, su aspecto era fúnebre como el
de la muerte.
—Yo, yo mataré al Amor —dijo con
seguridad.
Todos se preguntaron quién era ese
que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido.
El Odio dijo:
—¡Ve y hazlo!
Tan sólo había pasado algún
tiempo, cuando el odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para
comunicarles después de mucho esperar, que por fin el Amor había muerto.
Todos estaban felices pero
sorprendidos. Entonces, el sentimiento del sombrero negro hablo:
—Aquí les entrego al Amor,
totalmente muerto y destrozado— y sin decir más se marchó.
—¡Espera! —dijo el Odio—, en tan
poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor
esfuerzo para vivir. ¿Quién eres tú?
El sentimiento levantó por primera
vez su horrible rostro y dijo:
—Soy yo, la Rutina.
Un gran amor lo supera todo menos
la rutina. Está en ti conservar viva la llama de la fe y la esperanza para que
siempre viva el Amor.
(REFLEXIÓN)
1 comentario:
Por un momento pensé que era el orgullo el que podría acabar con el amor pero tiene mas sentido la rutina , pues caer en eso implica matar a un buen amor.
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