
© Mauricio Herrera Alvarez
«Colombia»
En el olvido la tragedia y
desolación de un pueblo tan distante como antiguo, recordado de vez en cuando
en las mentiras diarias. Tranquilo lugar de paisajes fuertes donde la brisa
podría llamarse pura siempre y cuando no hablara la gente. Sus fuentes en
caudales brotaban en calma; aunque lloviera se podía percibir su aroma floral y
la hierba fresca para respirar serenidad.
Un grito irrumpió todo sosiego
alertando a los curiosos. En una esquina no muy lejana de la sala principal del
pueblo, un hombre revolcándose entre alaridos y muecas, exclamaba que las
entrañas le comían. La gente extrañada y abrumada, más miraba que ayuda
prestaba… como siempre.
Mientras algunos dejando su
voyerismo absurdo y atendiendo a nuestro convulsionado amigo, este comienza a
vomitar sangre. Lo curioso del caso era aquello que se revolvía en medio de la
sangre… Eran larvas blancuzcas, más detenidamente visto: asquerosos gusanos.
Acto seguido, se estremece el hombre cayendo en una rigidez fatal.
Concluida esta misteriosa escena,
habría pasado un rato más largo que una hora; el cuerpo del hombre comienza a
moverse en hormigueos de piel y ante la muchedumbre se percibe el horror;
pequeños poros cada vez más grandes por los cuales dejaban divisar aquellos
gusanos antes vistos, voraces derrapando a este cuerpo de adentro hacia afuera
en pocos minutos, instante macabro sin que nadie pudiera asistir o apelar por
aquel cadáver sin viseras. Despojos eran los huesos dejando en todos un sabor
de incertidumbre, escalofrió y miedo.
Rara plaga o contagio, pero más
rara o distante se encontraba su cura. Estudios se realizaron, muestras,
pruebas, siendo esto muy difícil; ya que este ente aparecía dentro de la
víctima y luego de satisfacerse en medio de los restos y al aire libre
colapsaba pudriéndose, secándose al punto de desaparecer casi por completo.
Esta enfermedad por llamar al
problema de algún modo, se extendió por cada calle, esquina y casa del pueblo;
también en el bosque aledaño. Cada vez cobraba más víctimas siempre de la misma
forma: se impregnaba, se estremecía y explotaba como dulce piñata de gusanos.
Sin ciencia alguna de su
procedencia, en cuanto a sus síntomas solo sientes un dolor intenso cerca del
corazón dos horas antes de que los gusanos devoren tu interior y salgan a la
luz exterior terminando su festín. No se propagaba por contagio, es más, hubo
quien vio morir a los gusanos en sus propias manos. Un rumor se expandió
tomando gran fuerza, el cual decía:
“Cada ser es responsable por su
propio contagio o propagación de este mal”.
Ya que en deducciones serias lo
único común en las victimas era esa despreciable palabra, aquella que por
piadosa que sea puede engendrar mortandad. Y en efecto lo hizo; por aquellos
campos de trigo se sepultaron más gusanos que semillas, claro está que, sin
recoger su cosecha, aquel fruto podrido del cual es solo dueño la soledad.
Clara la noche y de aullidos
partía; la jauría de lobos muy lejos se encontraba. Los quejidos provenían de
todo aquel que no dormía y se revolcaba sin remedio en su propio desconsuelo, y
para ello solo la muerte entre sombras regadas como si el panteón se hubiera
cansado de ser un simple rincón del pueblo llenando de terror las casas
vecinas, brotando en cada jardín, regando su neblina hasta el sombrío bosque
donde también estragos hacía.
Solitario era el pasar de los días
mientras deambulaba por las pedregosas calles sin persona alguna, aquellas ya
no saludaban al caluroso sol. Enclaustradas en sus fortalezas de madera o de
ladrillo, así es, ese era su refugio al resguardo de la maldita plaga. Pero
quién diría si ofendida o retada esta les alcanzaba muy dentro de su pensar, en
su morada.
—Ya no hay lugar seguro
—exclamaban los pobladores—. Moriremos… ¡No hay afán para esto!, el miedo es
pan de cada día. Lo único que se tiene es no dejarse sorprender, esperar y
aguantar estos tiempos de devastadora infortuna.
Llamados gusanos de la mentira,
porque sin remedio medico alguno, se obro por encontrarle un porque
incoherentemente tal vez, pero fue lo más coherente. Quienes murieron tuvieron
paso por la mentira y de qué forma. Cierta o no cierta esta teoría, nuestro
viejo pueblo estuvo mucho tiempo libre de esta fatídica palabra. Aun hoy en día
se tiene cuidado de no caer tan fácil en ella. Reflexionando conscientemente,
la Mentira surge del interior y sale de nosotros causando mucho daño.
Aquellos gusanos como vinieron se
fueron, sin más ni más desaparecieron, a falta de su alimento o satisfechos. El
hambre no espera y mientras haya alimento habrá bocas que saciar.
Recuerda, cuando el dolor sea
parte de ti… Estarás muerto por tus propias mentiras.
(FANTÁSTICO)
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