
© Daniel Otoya Carrasco
«Perú»
Y sin darme cuenta he quedado
nuevamente solo; como aquella vez, como hoy Ángela, que te levantaste
gritándome imbécil, cogiste tu saquito azul marino… no, no; verde, Andrea, y
corriste hacia la calle desierta, yendo quién sabe a dónde, porque nunca te seguí
Andrea; esperen, digo, Ángela, de ojitos tiernos y labios jugosos. Y es
curiosamente patético lo parecido de aquel lugar con este, ¿no? que las dos me
dejaran tan sentado, y con estas ambiguas ganas de gritar; porque Andrea, yo te
amé. Lástima que no me creyeras entonces, ni ahora lo puedas comprender, porque
sigo siendo, a tu pesar, un soñador sin norte fijo; sigo siendo: "Un
coqueto con cuanta chica se te cruza por enfrente Daniel, sin que te importe
que yo esté a tu lado. Sabes que me molesta que estés abrazando a la gringa
esa, y no vengas nuevamente a decirme que son sólo amigos, porque Daniel, yo
nunca te cuestioné las excusas que inventaste; sí, in-ven-tas-te aquella vez de
la fiesta. No sé por qué. Pero mira que no soy ninguna tonta y todo esto, te
digo, ya me está molestando mucho, y no lo aguanto más. ¿Qué vas a
decir?"… Así, ante mi silencio, te fuiste, Andrea, con apresurados golpes
de taco sobre las losetas húmedas de la misma calle en que por primera vez te
vi, Ángela, comprando aquel libro, uno que hacía semanas veníamos codiciando
mis ahorros y yo, y que sentíamos tan lejano, que no se me ocurrió de otra mas
que pedírtelo prestado cuando, días después, nos conocimos en clase. Y, ya ves,
se me acabó la cerveza, con la cual aún debiéramos estar celebrando nuestro
primer aniversario; pero ahí viene la siguiente cerveza, y te veo venir,
lindísima, a reclamarme tu libro, que ya ni recuerdo cual era, el día de una
fiesta en casa de mis padres. Resulta que tus padres son amiguisisísimos de los
míos; y qué casualidad volver a vernos aquí, para mí tercera vez, para ti
segunda… “¿Y por qué de tanto encuentro y encuentro no organizamos uno serio? A
ver si resulta eso de ojos que no ven, corazón que no siente, con el enamorado
ese que andas mencionando entre trago y trago, Angelita”; “A ver si me tomas de
la mano y me sacas a bailar, Daniel, que ya me está dando frío”, dijiste. Como
siempre, me fui hasta el codo, y no nos volvimos a separar, Ángela linda, hasta
esta noche en que no te sigo porque sé que ya no estas ni estarás, porque te
fuiste diciendo que nunca cambiaría, que siempre sería un mediocre persiguiendo
inalcanzables; porque, “realmente no eres bueno en nada de lo que haces,
Daniel, ni tocando tu guitarra, ni escribiendo tus poemas, ni fingiéndote mal
intelectual para impresionar a nadie, porque nadie te tomaba en cuenta, excepto
yo, hasta hoy. Y mírame bonito, y recuérdame, que no me vuelves a ver, por
idiota, porque tampoco sabes querer, haha, una más para la lista de fracasos.
Yo no soy tan delicada como Andrea, ni parezco tan sensible. Quizás porque no
soy ella, y que pena que recién ahora que te lo grito y pones así lo ojos te
vayas dando cuenta; pero tarde, que si en algo me parezco a la tal esa, es en
que te dejo como te dejó ella, que seguro fue la misma cara de cojudo que
tienes ahorita, imbécil”, “Ángela, ¡te vas a la mierda!” también te fuiste y ni
me di cuenta en qué momento comencé a quedarme tan solo, y sin aparente final
feliz; pero no tanto como para llorar, esto es sudor, no confundir. Aquí dentro
hace mucho sol, mejor salgo a la calle, que es de noche, y no hay tanto
barullo. Además, la cerveza se acabó. Quiero estar solo; morir un poco por
Andrea, otro poco por Ángela, e imaginar hasta la mañana, por los bares donde
nadie me ve, que ellas también mueren de amor.
(REALISTA)
3 comentarios:
si escribe así como baila entonces es un genio !
qué clase de brujería es estaaaaaa
No creo en los brujos, pero si en el talento y tu tienes uno para bailar y para escribir.
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